Dios Visita a Su Pueblo

 

Amigos y amigas, cuando Dios visita un pueblo, una familia e incluso a una persona, ocurren maravillas. Las escrituras afirman que Jesús resucitó al hijo de la viuda de Naín y los testigos de aquella maravilla grandiosa comentaban que Dios había visitado a su pueblo (Lucas 7:11-16).

En el capítulo cincuenta del libro de Génesis, la Biblia menciona el presagio de José, el cual se tornó en una gran promesa que fortalecía la fe del pueblo israelita de que algún día, la implacable esclavitud finalizaría. He aquí las palabras del destacado adalid: “Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir, pero Dios ciertamente os visitará y os hará subir de esta tierra a la tierra que Él prometió en juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob. Luego José hizo jurar a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y llevaréis mis huesos de aquí. Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron y lo pusieron en un ataúd en Egipto” (Génesis 50:2 –26).

La Biblia señala que murió José y murieron sus hermanos; además falleció toda aquella generación y se levantó en Egipto un nuevo rey que no conocía a José el cual oprimió al pueblo con rigor y gran dureza (Éxodo 1:8-13). Así fue como después de siglos de acerba opresión, el pueblo de Israel recordaba la promesa de José esperando con avidez el cumplimiento de las últimas palabras que expresara el caudillo hebreo. Los egipcios se olvidaron de los huesos de José, sin embargo el pueblo de Israel los recordaba diariamente. Es probable que los israelitas conducían a sus hijos cerca de la tumba de José para decirles que había una predicción la cual confirmaba que pronto Dios los visitaría para terminar con las aflicciones y concederles la libertad que tanto añoraban.

“…Dios ciertamente os visitará, y llevaréis mis huesos de aquí” (Génesis 50:25). Los huesos de José anunciaban el mensaje de la liberación. Esta palabra (huesos) es tan importante, que es ella la que nos permite comprender por qué Moisés llevó los huesos de José consigo mismo. La palabra hebrea para huesos es étsem y al consultar el Diccionario Bíblico Hebreo-Español, páginas 583-584, vemos que el término etsem se asocia con fuerza, esencia y poder. El presagio de José contaba con gran poder ya que reafirmaba que Dios visitaría a Su pueblo para rescatarlo de aquella penosa servidumbre y conducirlo hacia Canaán, la tierra de José, en donde se establecería como una nación libre, con un futuro certero y promisorio. Las escrituras afirman que Moisés tomó los huesos de José, el cual había juramentado a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis subir mis huesos de aquí con vosotros (Éxodo 13:19). En el monumento literario dedicado a la fe, la carta a los Hebreos menciona este acontecimiento (Hebreos 11:22).

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Nuestra esperanza futura de dirección y presencia divinas se basa en la experiencia del Dios que fue nuestro apoyo en el pasado. Ese Majestuoso Soberano que fue el sostén del pueblo de Israel hace tres mil quinientos años, que hizo los cielos y la tierra, que dio a su hijo en expiación por nuestros pecados; ese Dios Todopoderoso que levantó a su pueblo de una manera maravillosa luchando contra enemigos mucho más fuertes que los hebreos, que abrió masas de agua y derrumbó murallas, ese personaje soberano que visitó a sus hijos en el horno de fuego y en el foso de los leones, ese Dios es nuestra esperanza hoy y en los años venideros. Por lo tanto si estás atravesando por senderos tortuosos, si no encuentras soluciones a tus problemas, si tu vida se desbarata irremediablemente, recuerda que Dios está a tu lado; el Señor prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Por otra parte, hay esperanza de que muy pronto disfrutaremos de su visita gloriosa. La Biblia reitera que Dios nos visitará; habrá otra liberación más grandiosa todavía que aquella acaecida en Egipto; así lo afirma la palabra de Dios. Jesús prometió regresar; he aquí sus palabras: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis (Juan 14:1–3).

Podemos confiar en la visita de Dios; o sea, en su presencia constante con nosotros. La presencia de Dios con su pueblo siglos atrás es una evidencia indiscutible de su presencia con nosotros hoy. Siglos antes, el patriarca José hizo prometer a los suyos que llevarían sus huesos con ellos a la tierra prometida. Mientras cargaban sus huesos en el éxodo hacia Canaán, reconocieron que Dios cumple fielmente todas sus promesas. Los huesos de José anunciaban diariamente la libertad del pueblo Israel; (La visita de Dios); señalaban que la horrible y extensa esclavitud terminaría. De igual manera la maldad y todo tipo de sufrimiento, que abundan en este mundo, se acabarán para siempre.

Nuestro Dios nos guía de una forma oportuna, dando su dirección justo en el momento adecuado. Etam estaba al borde del desierto; los israelitas podían llegar a Etam sin dirección sobrenatural, pero más allá de Etam no había camino a la vista, el desierto traicionero se extendía hacia el horizonte; por lo tanto cuando el pueblo necesitó la dirección divina, Dios proveyó lo necesario: SU VISITA, SU PRESENCIA; Una columna de nube y un pilar de fuego.

Es verdad que la columna de fuego no está con nosotros hoy, sin embargo se nos ha concedido una mayor bendición; la palabra de Dios que es nuestra luz. En la Biblia leemos, “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). Hoy no tenemos el pilar de la nube, pero contamos con el recurso de la oración para disfrutar de la presencia divina. El Señor nos guía ahora por medio de su palabra y nos fortalece a través de la oración. La lectura de la Biblia y la oración constituyen la mejor combinación espiritual durante nuestra jornada hacia el paraíso eterno. Viajamos hacia la Canaán Celestial y así como los huesos de José anunciaban la libertad de la esclavitud Egipcia y la conquista de Canaán, La Palabra de Dios y las promesas del evangelio eterno proclaman la libertad del pecado por medio de Cristo y la entrada triunfal a la Ciudad Celestial. Dios visitará la tierra. Cristo regresará en gloria y majestad. ¡PREPÁRATE!

Ptr. Ángel Rodríguez

Evangelista | La Voz de la Esperanza

 
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